El sudor corría sobre su esbelto cuello, su cuerpo temblaba tras cada incisión. Placer, eso era lo que yo sentía, placer de sentir que el cuchillo que hace sólo tres horas había usado para abrir una pechuga de pollo a la mitad, estuviera vibrando mientras le cortaba la yugular lentamente y que ya con las cuerdas vocales fuera de su laringe no pudiera emanar ni un solo grito de su ya reseca y agrietada boca.
Eso era lo mejor, ni un solo grito, ni una sola queja, estábamos el cuchillo y yo, mientras jugueteaba con un cuerpo ya sin vida, pero nada más lejos de la realidad, aún respiraba, y las lágrimas brotaban de sus ojos entrando en cada agujero de su ya mutilado cuerpo, mi placer aumentaba más y más, era una especie de afrodisíaco sexual, la emoción bajo hasta mi entrepierna.
Cada corte, cada lágrima, cada gesto de dolor, estaba en mi paraíso. El deseo sexual se apoderó de mi cuerpo pero ¿qué podía hacer?, si… el cuchillo, tracé una línea de su pecho a su cintura, pude observar como sus entrañas emergían tal cual la lava de un volcán en erupción, entonces lo hice…y me sentí, tan, saciado. El cuchillo penetró dentro de su clítoris, su vagina, desgarrada, mi placer no paraba de aumentar y la euforia se apoderó de mí, risas y más risas, no podía detenerme, al ver su cuerpo desangrarse lentamente y su expresión facial muerta y pálida me sentí, poderoso… me sentí… un Dios.
Y ahí yacía ella, lo que quedaba, en una silla dentro de la habitación donde muchas veces habíamos hecho el amor, pero ella me falló, ¡LO HIZO!... No me quedó de otra alternativa, y la verdad es que me gustó.
Corría ya las 3 de la madrugada. Había empacado cada parte de su cuerpo en bolsas de regalo, excepto su cabeza. No. Eso era un recuerdo para él, que me traicionó y hizo que la matara. Todo fue su culpa. Me vestí de negro, me coloqué mi mascara de halloween y metí la cabeza de ella en el carro, luego entré en él, pero este no encendía, abro la gaveta y saco mi revolver .38 special que había comprado en una venta de jardín, finalmente encendí el carro. No podía ocultar la emoción por los hechos que estaban a punto de ocurrir.
Eran ya las 3:47 A.M y me dirigía a su casa, a poco mas de kilómetro y medio, bajo su cabeza delicadamente y guardo el arma en uno de los bolsillos de mi chaqueta, me acerco al picaporte, y coloco la cabeza de ella en esa inmunda alfombra que un día atrás ella había pasado para entrar a su casa, con él... a romperme el corazón. Toco el timbre, las risas se apoderan de mi otra vez y velozmente me alejo de la puerta y calculo el angulo de disparo que habría de efectuar, la puerta se abre y lo primero que hace es mirar hacia abajo, esa expresión que hizo… nunca me sentí más a gusto en mi vida. Jalé del gatillo y pude ver como la bala le penetró el cráneo. Ese momento que pasó en cámara lenta por mi cabeza... fue perfecto.
Y aquí estoy su señoría, contándole los hechos, y por favor, que la condena no sea corta.
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